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N.E.P y desarrollo personal
Con el sistema de Psicología Neuroenergética se accede a diferentes patrones de personalidad que nos mantienen atrapados en visiones limitadas de la vida y de nosotros mismos.
El problema con estos patrones es que, al ser inconscientes, no percibimos la gravedad con la que nos afectan hasta que accedemos a ellos.
La mayoría de estos comportamientos no conscientes se fueron generando en la infancia, que es la época de la vida en la que conformamos la imagen de nosotros mismos, del mundo exterior y en la que mayor cantidad de información almacenamos por minuto. Así, por ejemplo, en el colegio podemos adquirir creencias del tipo: “no soy bueno dibujando”, “hablar o expresarme no es adecuado”, “moverse tampoco es bueno”, “ser alegre, tener ilusión, creatividad, etc... no puntúa positivamente, más bien al contrario”, “el conocimiento está fuera en los libros o en el profesor, no dentro de mí”, “soy tonto si no saco buenas notas”, etcétera, etcétera.
Todas estas creencias y muchas otras, al ser implantadas en etapas tempranas del desarrollo, y por adultos, crean circuitos neuronales que impiden recorridos alternativos (atreverme a dibujar, a bailar, a estudiar, etc..) sin que seamos conscientes de este proceso.
Dicho de otra manera, el software que dirige nuestra vida adulta se programó en la infancia y si queremos corregir alguno de estos mapas de comportamiento o “patrones” porque no nos sentimos felices debemos de sacarlos a la superficie, a la conciencia, y descondicionarlos.
Aunque así dicho puede parecer fácil la realidad es que estos patrones, de tanto repetirlos, se han hecho automáticos y hemos llegado a creer que conforman nuestra identidad, que "yo soy así". Por ejemplo: “Yo soy tranquilo, callado”, “en realidad no sé dibujar”, “no bailo bien”, "no me gusta el deporte, o moverme", “no soy listo”, “no valgo para estudiar”, etc... Además, como éstos nos ayudaron a sobrevivir en su momento (adaptándonos al sistema) están protegidos por fuertes mecanismos de defensa que hacen muy difícil el acceso y, por tanto, su modificación.
Voy a poner un ejemplo práctico, muy frecuente de encontrar en terapia:
Un joven adulto que se siente apático, sin ilusión. Está casado y tiene un buen trabajo pero dice que no encuentra demasiado sentido a su vida. Indagando un poco en su pasado cuenta que de niño era muy vital (casi todos lo son pero él era además de temperamento activo) y al principio tuvo problemas de adaptación escolar, los profesores se quejaban a sus padres de su "hiperactividad" y "nerviosismo", hoy en día sería diagnosticado/etiquetado como TDAH.
En el sistema educativo actual la vitalidad no es una cualidad sino, al contrario, un obstáculo para el método (va contra el orden, la programación, los objetivos) por lo tanto la escuela pone en marcha diversos mecanismos para reprimirla: Se castiga con malas notas, malas miradas del profesor, etiquetas como “niño inquieto”, “oposicionista-rebelde”, “hiperactivo”, etc... Como consecuencia, de forma gradual y casi imperceptible, el niño va limitando su expresión de alegría, su entusiasmo, su curiosidad, iniciativa, etc... para adaptarse y sobrevivir a la escuela y se va convirtiendo en una persona “ajustada”, buen estudiante, buen trabajador posteriormente, buen marido, pero con la vaga sensación de fondo de que “le falta algo” aunque hace ya mucho tiempo que ni recuerda qué era.
...
Para ayudar a alguien así, (por cierto ¿conocéis a alguien así?) siempre hay que hacer el recorrido inverso hasta llegar a esos primeros años en los que se formó el patrón para cambiar las creencias y comportamientos que se fueron asociando a él.
Y la única manera de acceder a esos primeros años es atravesar la barrera consciente, mediante hipnosis o relajación profunda, para llegar a las creencias, emociones y reacciones de base que fundamentan nuestra personalidad. Si no lo hacemos así, sólo realizaríamos una evocación mental sin activar el resto de memoria celular como sonidos, olores, reacciones hormonales, del sistema nervioso, etc...que conforman el programa completo.
Volviendo al ejemplo anterior, tras una o varias sesiones de N.E.P. ese joven deprimido en el que se transformó el niño vital iría recuperando poco a poco las sensaciones de plenitud y entusiasmo que todos hemos experimentado siendo niños y empezaría a clasificarlas por fin en el apartado de lo que significa “ser buena persona” o al menos en el de: "lo que de verdad me hace feliz a mí (no al sistema o a los demás) y me hace sentir vivo".
Mª Carmen García-Caro Sánchez
Más información sobre Psicología Neuroenergética
El problema con estos patrones es que, al ser inconscientes, no percibimos la gravedad con la que nos afectan hasta que accedemos a ellos.
La mayoría de estos comportamientos no conscientes se fueron generando en la infancia, que es la época de la vida en la que conformamos la imagen de nosotros mismos, del mundo exterior y en la que mayor cantidad de información almacenamos por minuto. Así, por ejemplo, en el colegio podemos adquirir creencias del tipo: “no soy bueno dibujando”, “hablar o expresarme no es adecuado”, “moverse tampoco es bueno”, “ser alegre, tener ilusión, creatividad, etc... no puntúa positivamente, más bien al contrario”, “el conocimiento está fuera en los libros o en el profesor, no dentro de mí”, “soy tonto si no saco buenas notas”, etcétera, etcétera.
Todas estas creencias y muchas otras, al ser implantadas en etapas tempranas del desarrollo, y por adultos, crean circuitos neuronales que impiden recorridos alternativos (atreverme a dibujar, a bailar, a estudiar, etc..) sin que seamos conscientes de este proceso.
Dicho de otra manera, el software que dirige nuestra vida adulta se programó en la infancia y si queremos corregir alguno de estos mapas de comportamiento o “patrones” porque no nos sentimos felices debemos de sacarlos a la superficie, a la conciencia, y descondicionarlos.
Aunque así dicho puede parecer fácil la realidad es que estos patrones, de tanto repetirlos, se han hecho automáticos y hemos llegado a creer que conforman nuestra identidad, que "yo soy así". Por ejemplo: “Yo soy tranquilo, callado”, “en realidad no sé dibujar”, “no bailo bien”, "no me gusta el deporte, o moverme", “no soy listo”, “no valgo para estudiar”, etc... Además, como éstos nos ayudaron a sobrevivir en su momento (adaptándonos al sistema) están protegidos por fuertes mecanismos de defensa que hacen muy difícil el acceso y, por tanto, su modificación.
Voy a poner un ejemplo práctico, muy frecuente de encontrar en terapia:
Un joven adulto que se siente apático, sin ilusión. Está casado y tiene un buen trabajo pero dice que no encuentra demasiado sentido a su vida. Indagando un poco en su pasado cuenta que de niño era muy vital (casi todos lo son pero él era además de temperamento activo) y al principio tuvo problemas de adaptación escolar, los profesores se quejaban a sus padres de su "hiperactividad" y "nerviosismo", hoy en día sería diagnosticado/etiquetado como TDAH.
En el sistema educativo actual la vitalidad no es una cualidad sino, al contrario, un obstáculo para el método (va contra el orden, la programación, los objetivos) por lo tanto la escuela pone en marcha diversos mecanismos para reprimirla: Se castiga con malas notas, malas miradas del profesor, etiquetas como “niño inquieto”, “oposicionista-rebelde”, “hiperactivo”, etc... Como consecuencia, de forma gradual y casi imperceptible, el niño va limitando su expresión de alegría, su entusiasmo, su curiosidad, iniciativa, etc... para adaptarse y sobrevivir a la escuela y se va convirtiendo en una persona “ajustada”, buen estudiante, buen trabajador posteriormente, buen marido, pero con la vaga sensación de fondo de que “le falta algo” aunque hace ya mucho tiempo que ni recuerda qué era.
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Para ayudar a alguien así, (por cierto ¿conocéis a alguien así?) siempre hay que hacer el recorrido inverso hasta llegar a esos primeros años en los que se formó el patrón para cambiar las creencias y comportamientos que se fueron asociando a él.
Y la única manera de acceder a esos primeros años es atravesar la barrera consciente, mediante hipnosis o relajación profunda, para llegar a las creencias, emociones y reacciones de base que fundamentan nuestra personalidad. Si no lo hacemos así, sólo realizaríamos una evocación mental sin activar el resto de memoria celular como sonidos, olores, reacciones hormonales, del sistema nervioso, etc...que conforman el programa completo.
Volviendo al ejemplo anterior, tras una o varias sesiones de N.E.P. ese joven deprimido en el que se transformó el niño vital iría recuperando poco a poco las sensaciones de plenitud y entusiasmo que todos hemos experimentado siendo niños y empezaría a clasificarlas por fin en el apartado de lo que significa “ser buena persona” o al menos en el de: "lo que de verdad me hace feliz a mí (no al sistema o a los demás) y me hace sentir vivo".
Mª Carmen García-Caro Sánchez
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